¿Sabías que tu manera de ver el mundo, de interpretar la realidad, de ver y percibir las situaciones, lo aprendes en la infancia?
El contexto en que nacemos influye de gran manera en nuestra forma de pensar y actuar a lo largo de nuestra vida. De ahí la frase de Sigmund Freud “la infancia es destino”. Sin embargo, aunque no hay duda de que las experiencias infantiles marcan la personalidad no debemos tomarlo como una sentencia sino como una tarea personal.
Deja salir a tu niño interior a través de alguno de estos métodos que aquí te sugerimos y abraza, ríe, juega y ama a ese pequeño ser desde el adulto que hoy eres.
10 formas de sanar tu niño interior.
1. ¿Cómo eras de niño y qué querías?
Atrévete a hacer un ejercicio de introspección y recuerda cómo eras de niño, los programas que te gustaban, a qué te gustaba jugar, qué es lo que más extrañas y más. Con esto, traerás a tu mente aquellas memorias que tenías guardadas en un cajón. Parte inicial del proceso es recordar quién eras y a dónde creías ir cuando fueras grande.
2. Reconoce que ya no puedes hacer nada por el pasado, déjalo ir.
Para dejar salir a tu niño interior es importante sanar las heridas, dejar atrás viejos resentimientos y enojos. Quizá sea algo difícil, pero es indispensable aprender a perdonar para que esa mirada al pasado no tenga que ser necesariamente dolorosa. Libera a ese niño del peso del pasado y suelta todo lo que no te deje avanzar. Puede ser que con este viaje atrás ganes claridad y perspectiva sobre ti y tu futuro.
3. ¿Abandonaste un sueño?
¿Qué es aquello que siempre quisiste hacer, pero no pudiste? Si dentro de tus deseos estaba ser el mejor chef del mundo, tener una casa del árbol, aprender a nadar, tocar un instrumento musical o rescatar a todos los perritos de la calle, anímate a ir por ello. Pregúntate por qué lo dejaste y por qué no lo has hecho. Nunca es tarde para iniciar tu sueño. Inscríbete a un taller de cocina o colabora con una asociación de cuidado animal, etc.
4. ¿Recuerdas cuál era tu juego favorito? Vuelve a jugar
El juego es algo que como seres humanos tenemos dentro. Nuestras habilidades lúdicas pueden estar muy despiertas cuando somos niños y a medida que crecemos van cambiando o dejando de ser prioridad. Jugar con otros niños, nos ayudan a reforzarlas y a dejar salir ese niño que tenemos dentro. Anímate a volver a jugar.
5. Sorpréndete con algo
Los niños tienen esa genuina capacidad de asombro con aquello que ven, desde una simple gota de lluvia hasta las olas del mar. Date permiso de maravillarte con algo, un árbol enorme, un desfile de hormigas o la visita de un colibrí.
6. Déjate consentir por tus papás
El lazo con los padres tiene un lugar muy importante para el ser humano, sobre todo en la infancia. Si tienes el privilegio de tener a tus padres, disfrútalos, déjate consentir y volver a sentir esa protección de ellos. Ser un adulto no significa que no puedas seguir siendo el preferido de papá o el bebé de mamá por un día.
7. Haz algo espontáneo y creativo
Pon música y anímate a bailar, cambia el color de las paredes de una habitación y pinta algo diferente, prepara un platillo nuevo, organiza una guerra de almohadas, construye un fuerte entre cojines. Al menos por un día, no temas ensuciarte, comer más calorías de lo normal o hacer de la sala un desastre.
8. Cómprate un juguete
¿Hace cuánto que no entras a una juguetería? ¿Qué juguete siempre ansiaste tener, pero nunca tuviste? Anímate a comprarlo y recuerda qué era lo que tenía de especial. Cúmplete un gusto. Hazlo por ese niño que fuiste. Se lo merece. Sin importar la edad que ahora tengas, seguro habrá un trompo, yoyo, balero que te encantaba jugar, o bien, adquiere el reto de armar un Lego.
9. Diviértete como un niño
Al menos por un día, desconéctate del trabajo, olvídate del jefe o de las presiones cotidianas y diviértete. Ve a un parque de diversiones, juega en los columpios, anímate a saltar “avioncito” solo o con tus hijos, haz lo que desees, pero revive esa satisfacción única de sentirte niño otra vez.
10. Ámate incondicionalmente
Si hay algo que es seguro y que todos los niños necesitan es amor. Aprende a abrazar a tu niño interior, déjalo expresarse libremente, cuídalo, protégelo y mímalo, pues es quizá el mejor vehículo para sentirte pleno, seguro y feliz.
¡Nadie mejor que tú sabe lo que él quiere! Toma una de estas ideas y aplícala. ¡Vuelve a ser un niño!, al menos, por un día.