Durante más de un siglo, la Guía MICHELIN ha marcado la pauta gastronómica del mundo con sus célebres estrellas. Hoy, la mirada de esta institución se expande hacia el universo de la hospitalidad con una distinción que promete convertirse en referente: la Llave MICHELIN, un símbolo de excelencia para los hoteles que transforman una estancia en experiencia.
La nueva distinción reconoce alojamientos que conjugan carácter, diseño, servicio impecable y una conexión auténtica con su entorno. Tres niveles: Una, Dos y Tres Llaves permiten identificar aquellos espacios donde dormir se convierte en un acto memorable, al mismo nivel que una gran comida.
México debutó en esta selección con fuerza: 87 hoteles fueron distinguidos, confirmando la diversidad y riqueza de la hospitalidad nacional. Desde el Pacífico hasta la península de Yucatán, la Llave MICHELIN celebra la creatividad con que el país recibe a los viajeros.
En la cima, con Tres Llaves, brillan el One&Only Mandarina en la Riviera Nayarit, un refugio entre selva y mar; el Hotel Esencia en la Riviera Maya, icono de elegancia descalza; y el Xinalani Boutique Hotel, en la costa de Puerto Vallarta, donde la naturaleza dicta el ritmo.
Con Dos Llaves, destacan nombres que ya son sinónimo de sofisticación: Chablé Yucatán, pionero en wellness de lujo; Casa Silencio, en Oaxaca, donde la tradición mezcalera inspira el diseño; y Casa de Sierra Nevada, A Belmond Hotel, en San Miguel de Allende, joya colonial reinventada.
La categoría de Una Llave celebra a una nueva generación de hoteles con alma: desde el Sofitel Mexico City Reforma, que mezcla savoir-faire francés con vistas a la capital, hasta pequeños tesoros boutique como La Valise en la CDMX, o propuestas en San Miguel de Allende y Yucatán que rescatan casonas y haciendas con encanto contemporáneo.
La llegada de la Llave MICHELIN a México no es solo un reconocimiento: es una invitación a mirar la hospitalidad como arte. Para el viajero, significa la certeza de encontrar experiencias que trascienden lo ordinario. Y para el país, una vitrina que lo coloca en la conversación mundial de la excelencia hotelera.
Porque en México, los hoteles ya no solo son lugares para dormir: son escenarios donde vivir, sentir y recordar.
